Cuando visitamos mucha de las  empresas, ya sea de nuestros cliente o amigos, observamos que mucho de sus colaboradores realizan labores valiosos para el proceso de satisfacción de los clientes pero de mucho de ellos, incluyendo los directivos caen en el hábito de “siempre se ha hecho así” o algunos más evolucionado nos señalan: “hemos sido exitoso haciéndolo durante años durante de la mismdesaa manera, no tenemos por qué cambiar”.

En nuestro artículo anterior sobre “crear o transformar”, señalamos los cimientos de por qué muchas organizaciones no evolucionan y es en ese paradigma por no decir cultura de actuar bajo un  hábito ordinario que sucumben y muchas hasta desaparecen del mercado.

No importa si es un colmado o un salón, un abogado o un doctor, una tienda en Instagram o una pyme de 200 colaboradores, pretender hacer lo mismo todos los días, es un paso seguro a la extinción. Las empresas tienen una personalidad, que cada vez más está llamada a perfeccionarse en el enfoque al cliente y es en sus públicos que interactúan con ella, el interés de aportarle de forma gradual e inteligente para no afectarle.

Según estudios, esos hábitos son los que hacen que el promedio de supervivencia de las empresas varíe en las distintas culturas. Por ejemplo, en Latinoamérica, una empresa promedio dura menos de tres décadas, mientras Europa supera las cinco décadas y en la cultura japonesa están al umbral de un siglo de existencia. Aquí en nuestro país, según observaciones los hábitos más destructible y anquilosados que podemos señalar que afectan las pymes son: discutir las diferencias, calidad del servicio al cliente, logística de operaciones, diseño de productos, definición de las políticas de precios, el manejo crediticio, las condiciones de créditos según el propietario, la miopía de los análisis financieras y el trato para con los colaboradores.

Una receta que recomendamos para sustituir lo ordinario versus lo extraordinario y que son fundamentales para mejorar nuestra esencia empresarial en la gestión de negocios, son los siguientes:

Aprender a desaprender: Por edad, entorno, educación o costumbre nos “cuesta dejar atrás” esos comportamientos basado en lo tradicional que hemos ido aprendiendo, sido y hecho por años. Debemos ejercitarnos para desaprender lo obsoleto y poco impactante de nuestra actividad comercial.

Capacitarse: Aunque sepamos de todo en nuestra área empresarial, siempre existe algo de lo que nada sabemos y alguien que tiene un “cómo” mejor o diferente a nosotros. Para ello, siempre es bueno capacitar al personal de forma permanente y más a quienes son los ojos, oídos y sentimientos frente a los clientes. Ellos comunican y transmiten valor.

Adaptarse: Debido a que somos reactivo por cultura, una vez tomado la decisión de desaprender para luego capacitarnos, tenemos la posibilidad inminente de adaptar lo aprendido a la realidad de nuestros clientes y mercados. Es posible implementar lo mismo, pero cada maestro agrega su experiencia al momento de ejecutar nuevas estrategias.

Estos tres pasos, son el inicio de transformar un hábito ordinario en una acción constante y extraordinaria a favor de nuestras relaciones de negocios a largo plazo. Les animo a descubrir, escribir y sustituir esos hábitos para que en lo que resta del año, puedas transformar lo ordinario en extraordinario y verás cómo mejora tu productividad y desempeño.

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